FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN
(...) el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados y, si no lo hacemos nosotros, que hemos palpado con nuestras manos «el Verbo de la vida» (1 Jn 1,1), ¿quién lo hará? Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario.
Al final, las mujeres «abrazaron los pies» de Jesús (Mt 28,9),
aquellos pies que habían hecho un largo camino para venir a nuestro encuentro,
incluso entrando y saliendo del sepulcro. Abrazaron los pies que pisaron la
muerte y abrieron el camino de la esperanza. Nosotros, peregrinos en busca de
esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la
muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida.