La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra;
y así también hoy hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad:
la roca de la guerra,
la roca de las crisis humanitarias,
la roca de las violaciones de los derechos humanos,
la roca del tráfico de personas, y otras más.
También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros:
“¿Quién nos correrá estas piedras?” (cf. Mc 16,3).
Jesucristo ha resucitado,
y sólo Él es capaz de quitar las piedras
que cierran el camino hacia la vida
(Francisco, bendición urbi et orbi Pascua 2024)